martes, 2 de julio de 2013

Dalí o el enigma sin fin

Enigma sin fin (1938) , Salvador Dalí  (Figueras, Girona, 1904-1989)
Óleo sobre lienzo. 114,5 x 146,5 cm
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Hace algunos años, me encontraba en Venecia acompañado por un grupo de alumnos. Casualidades de la vida, me encontré con una grata sorpresa. En uno de sus palacios, acaso el de Goldoni, se exhibía una magnífica muestra de los retratos en la historia del arte. La exposición era sorprendente, extraordinaria, para recordar durante muchos años.

Ya a la entrada, como aperitivo, se exhibía el famoso autorretrato de el Parmigianino. El jovencísimo Francesco Mazzola se exhibe ante un espejo cóncavo. El espectador se encuentra con una mano inmensa en primer plano y en un segundo la cara del autorretratado con aires de genio precoz. La pintura era toda una declaración de principios. El manierismo más atrevido jugaba con el experimento. Era el comienzo de un viaje acaso sin retorno en la historia del retrato.

Después los sobresaltos se sucederían de sala en sala. Conocidos y hermosos rostros manieristas. Gran exhibición de obras de Arcimboldo, siempre enigmáticas. Muestras bellísimas del barroco y el neoclacisismo. Complejas composiciones picassianas con retratos de conocidos personajes en el más puro cubismo analítico y casi cerrando el repertorio la extraña pintura de Holbein, el Joven: "Los embajadores". De una vez por todas pude entender el significado de esa especie de hueso sepia depositado en el suelo. Un espejo oblicuo al lienzo dejaba claro que aquel supuesto hueso de sepia era una calavera. La muestra de una "vanitas". Un recordatorio de la brevedad de la vida.

Y allí, en aquella suculenta muestra de arte estaba Salvador Dalí, muy bien representado con su obra "El enigma sin fin".

Como por un conjuro artilugio uno entraba en una pintura de largo recorrido. Imágenes insinuantes, preguntas continuas, acumulación de acertijos. Pero ¿qué conexión podían tener la mujer de espaldas, el pensador, el perro galgo, el rostro humano, acaso  el retrato de García Lorca, la barca varada o el bodegón con frutas? Todo aderezado con playa, mar y montaña...

Consciente, Dalí extrae del subconsciente las más sutiles ocurrencias, y dejándose llevar de los automatismos, las va depositando sobre la tela. Todo ello puede resultar muy ocurrente pero sin duda, contemplando una y otra vez tantas formas bien articuladas en tonos azulados, verdosos y ocres, pienso que el título era acertado "un enigma sin fin".

Apostados detrás de su hermana Anna miramos por la ventana abierta. Todo es Dalí, complicado, oscuro, morboso, cada una de sus pinturas es un enigma ¿Qué piensa sobre España cuando pinta la Premonición de la Guerra Civil? ¿Qué le sugiere la tentación cuando un San Antonio esperpéntico, enarbolando un Cristo, rechaza inaccesibles mujeres que cabalgan sobre cuadrúpedos imposibles? ¿Qué es de su vida sexual? ¿Por qué detiene el tiempo, en relojes de plastilina? Estas preguntas y  muchas más te las vas haciendo porque Dalí es todo un enigma sin fin.

Las largas colas que cada día esperan pacientes su turno para ver la obra de Dalí, es seguro que buscan zambullirse en el complejo mundo daliniano. Se sienten seducidos, por el eterno embrujo del pintor ampurdanés, por su permenente invitación a seguir adivinando enigmas.